sábado, 8 de noviembre de 2014

2114. Fósiles humanos


Hace unos años que mi familia y yo tuvimos que huir de América, el origen de los robots humanos por excelencia. Sin embargo, no pudimos asentarnos en ningún país europeo dado que estos seguían las huellas de los estadounidenses.

Decidimos marcharnos cuando nos sentimos realmente amenazados por aquellos seres que supuestamente son de nuestra misma raza. Pocos meses antes de nuestra partida, caminaba por las calles Nueva York hacia mi trabajo y de súbito, me di cuenta de que no conseguía diferenciar a los pocos humanos que vagaban por las aceras del resto de la ciudad. Iban a juego de una manera abrumadora con los altos edificios, solemnes y de una mirada gris.
Me crucé con una mujer con coleta que me miró y dio la sensación de que había llegado hasta lo más profundo de mí. En ese instante, ella conoció todo sobre mi vida; de su oreja relucía un minúsculo aparato, un chip. Sus manos conducían el carro de un bebé y cuando miré dentro, otro destello me deslumbró. Los niños nacían ya con el chip incorporado.


Cuando llegaba a mi empresa, sólo se escuchaba el sonido de los múltiples teclados. Daba la sensación de que la única que sabía hablar era yo, pero no tenía con quien hacerlo. Mis compañeros se habían convertido en meros robots humanos que habían perdido la sonrisa y la capacidad de comunicación oral. Esto provocó en mí un estado de ansiedad y miedo incontrolables, hasta que un día al llegar a mi casa hablé de ello con mi pareja y dimos el terrorífico paso de abandonar el hogar.
Hoy en día nos alojamos en una aldea de indígenas en el Amazonas, quizás uno de los pocos lugares inmune a la evolución humana. El homo sapiens sapiens se ha extinguido convirtiéndose en pura tecnología y nosotros somos sus fósiles.






No hay comentarios:

Publicar un comentario