domingo, 26 de abril de 2015

Mi historia, Nazarí


Miedo fue el que sentí el día antes de ir al instituto por primera vez. Yo me veía demasiado pequeña al lado de todos esos grandes y la verdad, tenía ganas de llorar; creo que lo hice. Pero al fin y al cabo, solo fue ese día, un 14 de septiembre.

Mi clase de 1º de ESO fue 1ºE, una clase en la que había unos cuantos repetidores a los que por aquel momento veía como algo terrorífico. Verdaderamente, algunos lo eran, pero otros eran personas normales y corrientes.
Al profesor de matemáticas lo llamábamos "el pelo Pantene", por su pelo liso, rubio y largo. Las matemáticas no me gustaban, como nunca antes me habían gustado, pero aquel era buen profesor. Mi tutor daba inglés y plástica, no se si era por su físico por lo que todos los niños nos callábamos en sus clases. Él mismo notaba esa especie de miedo y repitió "¡que no me voy a comer a nadie!" no se cuantas veces. Lola me dio lengua sólo en primero, pero fue una de mis mejores profesoras y seguro que hoy en día lo sigue siendo. Un poco hippie, divertida y liberal. María López me dio clase dos años y fue la única profesora que consiguió mi interés por la asignatura de historia en todo mi recorrido por el instituto.

2º de ESO fue bastante parecido, aunque fue el primer año que nos dio clase de lengua Isabel, el primero de cuatro y tres de ellos sin parar de traducir latín y griego...
3º de ESO era en la ESO como 2º BACH en Bachiller, el supuesto curso intermedio en el que las notas solían bajar mucho. Aunque a mi me fue más o menos como siempre, recuerdo que la competencia académica entre ciertas personas, vigente a día de hoy, empezó justo en aquel momento. Más aún en las clases de lengua, cuando la profesora, que disfrutaba de ese ambiente competitivo, mandaba redacciones. Yo simplemente daba pequeñas sorpresas cuando quería.
4º supongo que ha sido el mejor curso, el más divertido con diferencia además de realizar el viaje de estudios. Las clases de matemáticas "fáciles" con Luisa no las cambio por ninguna otra. Ella, una mujer muy buena pero también muy especial, se desesperaba todos los días con nosotros porque allí cada uno iba a su bola y al final, te llevabas tu 8 en las notas.

También fue el segundo curso que mi padre me dio clase de E. Física. Aunque esas dos horas de deporte nunca perdieron su faceta surrealista, yo ya me sentía como en mi casa. 

1º BACH fue también tranquilo, no sabíamos o no queríamos saber lo que nos esperaba. Y ahora,  2º BACH es una cuenta atrás para no volver a pisar más el edificio más visto de toda mi vida.










domingo, 19 de abril de 2015

La casa por el tejado

"El colegio poco me enseñó
si es por esos libros nunca aprendo

a coger el cielo con las manos
a reír y a llorar lo que te canto
a coser mi alma rota
a perder el miedo a quedar como un idiota
y a empezar la casa por el tejado
a poder dormir cuando tú no estás a mi lado

menos mal que fui un poco granuja
todo lo que se me lo enseñó una bruja..."



Al tener que contar mi historia a lo largo del proceso educativo, me he dado cuenta de que esta canción de Fito y Fitipaldis encaja muy bien en el contexto.
Básicamente quiere decir que la educación se aleja demasiado de la vida real. Desde pequeños absorbemos una cantidad de teoría que nos entra por un oído y nos sale por el otro. Expresado de una manera más suave, los estudiantes somos como los coladores; únicamente conservamos lo que nos interesa, lo que nos ha llamado la atención.
Siempre he echado de menos la parte sentimental y humana en el instituto, aunque reconozco que sí me tocó una única profesora que la despertó, a la que le agradezco mucho.
Precisamente lo que nos sirve es lo que nos toca de alguna manera, o lo que el profesor hace que nos toque cuando nos pone de ejemplo, de protagonistas. Y no es por echar balones fuera, pero la responsabilidad de que los alumnos aprendan recae casi netamente  sobre el profesional. En sus manos está la fórmula mágica de captar la atención de su séquito, de hacer que aquellos niños aprendan algo nuevo todos los días y vayan a contárselo a sus padres; esa es la muestra de que han aprendido algo y lo van a guardar.
Sin embargo, predomina la parte negativa de la educación, que se resume en transmitir teoría abstracta y poca práctica realista. ¿El colmo? Que cuando surge una asignatura como Educación para la Ciudadanía o Ética, ciertospartidos políticos desean eliminarla, curioso.

Pero no es el fin del mundo porque siempre tenemos nuestra vida a parte, la calle. Ella es capaz de enseñarnos cualquier cosa en cuestión de segundos. Las personas, las acciones buenas o malas de las personas, una simple mirada. Pequeñas imágenes que nunca vamos a olvidar.






Mi historia, manías

Cada maestro tenía sus manías, supongo que como todo el mundo. Del maestro "Don Juan" daba miedo hasta su nombre, pero estoy segura de que detrás de aquella dureza, de los extraños motes con los que designaba a ciertos alumnos, había un fondo humano. Una vez nos contó que su perro se llamaba Perro...

A Teresa Adriana la recuerdo como a una mujer bastante extravagante. Pertenecía al grupo de los profesores empeñados en diferenciar el sonido entre la b y la v, algo que siempre me pareció muy extraño. Pero más extraña era su manía que nos acompañó dos años: si dibujabas un árbol, debías perfilar la silueta del tronco de marrón oscuro y rellenarlo con marrón claro y así con todos los objetos posibles. Tal era su obsesión que me la contagió; debo de tener guardados decenas de dibujos realizados con su técnica artística.

Mi preferida era Maribel, la de inglés, que tenía sus manías pero se las guardaba para ella misma, era la más liberal.
Estaba muy loca, bailaba y cantaba a destiempo y eso
me encantaba, pocos maestros consiguen hacer su asignatura amena y divertida para los niños. Además era inglés, que desde aquél momento me atrajo. 




sábado, 11 de abril de 2015

Mi historia



Remontarme a los tiempos de colegio significa una explosión de imágenes mezcladas en mi cabeza.
Pensar en los años de infantil es bastante surrealista porque los recuerdos se muestran mucho más leves y son menos que los de años después, no obstante, mi cerebro ha conseguido un pequeño lugar para almacenarlos, existen.

El corcho en el suelo y el espejo son la base de mis andadas por aquella época. En el corcho, enteramente ocupado por mis compañeros y por mí, leía los libros aunque no supiera leer, los interpretaba a mi manera. Pero aquél no era un libro cualquiera, era el de "La Sirenita", una pequeña obsesión del momento.
Todavía soy capaz de recordar una canción que cantábamos y bailábamos cuando no "leíamos": "El ratón vaquero" se llamaba, y decía tal que así: "el ratón vaquero, sacó sus pistolas, se inclinó el sombrero y me dijo a solas..." Al ritmo de esta canción, realizábamos un baile al estilo cowboy.
¡Por Dios, los juguetes de la clase! , el producto estrella era la cocinita, entre otros cientos de juguetes que no aparecen en mi mente.
Ciertos días de la semana, hacíamos un juego especial con la seño Isabel. Cada niño tenía su propio cojín en forma de cubo sobre el que se subía y botaba por toda la clase, chocándose con los demás. Recuerdo que mi abuela fue la que envolvió aquel cojín con tela de color granate. Y recuerdo también que fue mi abuela la que me recogió algunas veces del cole, cuando yo esperaba en la franja pintada del suelo del patio, en "mi color".