martes, 13 de enero de 2015

Un día sin canción es un día perdido



Lo has olvidado
La vida crece entre los matices
Se esconde siempre en lo que no dices
Para hacerse de rogar

Un día claro
Y aquellas cosas que no viviste
Vienen hoy para decirte
Que la fiesta empiece ya

Maldita Nerea- ¿No podíamos ser agua?


Las canciones son el mejor amigo del hombre y lo siento por el perro. Siempre están ahí para balancear a su ritmo nuestros sentimientos ya sea para bien o para mal.

Y me atrevería a decir que quizás constituyan estas uno de los numerosos puntos débiles que poseemos los humanos; la demostración es muy sencilla y está al alcance de todos, comprobémoslo. Viajas en coche quién sabe a dónde, mirando por la ventana sabe Dios qué. La radio lleva un rato encendida y de repente la primera nota de una canción golpea todo tu cuerpo, sacándote del ensimismamiento. Esa historia melódica que suena en la radio te la sabes de la "a" a la "z" y comienzas con el espectáculo. La cantas de principio a fin en voz demasiado alta, bailas sobre el asiento del coche y al acordarte de que hay alguien al lado conduciendo que frunce el ceño, intentas guardar la compostura. Pero todo ello en vano porque has vivido un momento de evasión, de locura.

También suenan canciones cuando lloramos, o lloramos cuando suenan canciones. En los días más difíciles de llevar aparecen para hacernos sentir peor o visto desde el lado positivo, para que nos desahoguemos con ellas y posteriormente liberarnos. Si en algún momento no hemos encontrado las palabras adecuadas para decir "te quiero" a tal persona, una canción le ha sido enviada. Podría proseguir a base de ejemplos pero creo que nunca acabaría.

Con todo esto, mi intención era aclarar que un día sin canción es un día perdido.

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